Esta pintura representa una escena intensamente hermosa y oscura, y tipifica la técnica talentosa del artista. Aivazovsky fue especialmente venerado por su capacidad de retratar realistamente el brillo de la luz sobre el agua, y en esta pieza lo hace contrastando las ondas iluminadas por la luna en primer plano con el agua violentamente roja en el fondo, donde los barcos están siendo devorados por llamas. El brillo de las llamas sobre la superficie del agua casi da a la pintura una calidad surrealista tirando al espectador al inferno. Esta pintura es también típica de la capacidad del artista para romanticizar la dramática realidad de las naves quemadas contrastando con las nubes suaves, completas con la luna llena mirando suavemente desde las cimas.