La Pascua es uno de los principales iconos del simbolismo checo de los años 1890. Por este trabajo Jan Preisler llamó la atención sobre sí mismo como un fuerte talento en la próxima generación. Hizo este tríptico de carbón en 1895 y con este primer trabajo autónomo se presentó también al público. Ganó el prestigioso premio Goldstein en la competición por el mejor dibujo de la revista ilustrada Světozor, que lo publicó el 10 de abril de 1896 como una reproducción representativa de gran tamaño, con un comentario. Un año más tarde el dibujo fue mostrado en la exposición de la Krasoumná jednota y fue apreciado positivamente por los críticos por su perfección formal y profundidad de emoción. Debido a este trabajo Preisler fue descubierto como un “nuevo talento checo fuerte”. En la popular forma tríptica, concebida como parafrase del retablo, Preisler trató el tema de la experiencia mística de un joven –un pastorcito, su visión del despertar espiritual y psíquico, vinculado con la naturaleza despierta, el inicio de un nuevo ciclo natural, evocado por los sonidos de las campanas de Pascua y por escenas visuales. La expresión artística de la obra es inusual, sin rastro de descriptividad o literariidad. El símbolo de la Pascua, la crucifixión de Cristo, conectada con la transformación espiritual del hombre, es expresado por el artista como una experiencia apasionada de la figura secular colocada en la parte media del tríptico. La animada atmósfera simbolista del dibujo desarrolla las tendencias pre-raphaelitas en el arte, que encontró una expresión única en Preisler.